Para conocer la historia del Ají de Gallina, debemos retroceder al Perú de la época colonial, donde tiene su origen. Allí se colocaba al fuego una pechuga, junto algunas pecanas y un poco de ají amarillo, el cual era una especia local que fue elegida para el plato a fin de darle un toque único y característico.
¿Qué nos dice el origen de este plato?
Luego de esto se tiene poca constancia, pero con el pasar de los años, historiadores han realizado comparaciones curiosas entre este platillo y otros preparados por hermanos latinos; tal es el caso de las similitudes que hallan entre el ají de gallina con el manjar blanco.
Más aún teniendo en cuenta que el manjar es uno de los platos más antiguos que se conocen del territorio europeo, siendo de conocimiento público, que se remonta al siglo XIV, en la cocina catalana.
Recomendaciones para prepararlo
Para preparar un ají de gallina perfecto, debemos tener en cuenta una serie de factores; entre los cuales está la recomendación que realizan múltiples chefs habituados a cocinar este plato: es mucho mejor cocer las dos pechugas sin piel en una olla, con una o dos tazas de agua y un poco de sal.
De ese modo, cuando cortemos la pechuga y seleccionemos el caldo, quedará más fresco. Asimismo, señalan lo vital que es sofreír el ají junto con la pechuga, para que el sabor sea más intenso y se mantenga.
Y claro, una vez que hemos cocinado todo podemos acompañar con arroz, pan molido y papas, para obtener así una delicia marca peruana.